jueves, 20 de marzo de 2014

Película: The blue butterfly




5 comentarios:

  1. —Eres un cielo —dijo la madre de Ben cuando se fueron a pasear por el campo al atardecer—, ¡eres tan dulce!, ¡no hay otro como tú en el mundo entero!

    —¿De verdad no hay nadie como yo? —preguntó Ben.

    —Claro que no —dijo la madre—, ¡tú eres único!

    Siguieron caminando despacio. Sobre sus cabezas pasó volando una gran bandada de cigüeñas que se dirigía hacia otras tierras.

    —Pero ¿por qué? —preguntó Ben, y entonces se detuvo—: ¿Por qué no hay otro como yo en el mundo entero?

    —Porque cada uno es único y especial. —La madre se rió y se sentó en el suelo—. ¡Ven, siéntate a mi lado! —dijo ella, y también silbó a su perra, Maravilla, para que se sentase con ellos.

    —¡Yo no quiero que haya sólo uno como yo en el mundo entero! —dijo Ben.

    —¿Por qué no? ¡Es maravilloso que seas tan único y especial! —dijo la madre.

    —Pero, así estoy solo —dijo Ben—. ¡Quiero que haya alguien más como yo!

    —Tú no estás solo —dijo la madre—, papá está contigo y yo también.

    —¡Ven, siéntate a mi lado! —dijo ella—, ponte aquí en el suelo.

    Ben no se sentó. De pronto, sus ojos se volvieron grandes y profundos.

    —¿Es que tampoco hay nadie como tú en el mundo entero?

    —No, nadie —dijo la madre.

    —Entonces, ¿también tú estás sola?

    —En absoluto, te tengo a ti y a papá...

    —¿Pero no tienes a nadie exactamente como tú?

    —Eso no —dijo la madre.

    —Entonces, estás sola —dijo Ben—. ¿Es que sola no te encuentras sola?

    La madre sonrió y dibujó circulos en la tierra con el dedo.

    —Estoy un poco sola y un poco con todos... y me resulta agradable estar un poco así y un poco así.

    Empezó a ponerse el sol, y el cielo se volvió casi rojo.

    —Yo me siento solo —dijo Ben en voz baja.

    —Pero, tesoro —dijo la madre—, ¡yo estoy contigo!

    —Pero ¡tú no eres yo!

    Guardaron silencio. Un agradable olor impregnaba el aire, un olor a tierra y a hierba, y un zumbido de moscas pequeñas y de otros insectos que bailaban y revoloteaban por todas partes. Ben acarició a la perra, que estaba tumbada a su lado:

    —¿También Maravilla? —preguntó.

    —También Maravilla ¿qué? —preguntó la madre.

    —¿También hay solo una como ella en el mundo entero?

    —Sí —dijo la madre, mientras acariciaba la suave piel de Maravilla—, sólo hay una Maravilla como ésta en el mundo entero.

    Sobre la tierra, junto a los pies de Ben y de su madre, caminaban hormigas. Una larga columna de hormigas. Eran tan parecidas las unas a las otras. Mil hormigas gemelas. Pero, cuando Ben las miró de cerca, vio que había una hormiga que caminaba deprisa y una que caminaba despacio, y había una hormiga que se afanaba en arrastrar una hoja grande, y otra que sólo arrastraba un grano. Y había una, pequeñita, que corría adelante y atrás al lado de la columna. Ben pensó que tal vez había perdido a sus padres y los estaba buscando. Preguntó:

    —¿Esa hormiga de ahí sabe que sólo hay una como ella en el mundo entero?

    Y la madre dijo:

    —Yo no puedo saber eso.

    Ben pensó un poco, y luego preguntó:

    —¿Por qué tú no eres ella?

    —Porque yo no soy ella —dijo la madre.

    La hormiga pequeñita regresó por fin a la columna y caminó junto con las demás hormigas. Ben pensó que tal vez las dos hormigas grandes que caminaban a su lado eran sus padres. Y preguntó:

    —Entonces, ¿de cada uno hay sólo uno en el mundo?

    —De cada uno hay sólo uno —dijo la madre.

    —Entonces, ¿todos estamos solos?

    —Todos estamos un poco solos, pero también juntos. Estamos solos y juntos a la vez.

    —¿Cómo es posible lo uno y lo otro?

    —Tú, por ejemplo, eres único —dijo la madre—, y yo también soy única, pero si en este momento te abrazara, tú no estarías solo y yo no estaría sola.

    —Pues, entonces, abrázame —dijo Ben, reclinándose sobre la madre.

    La madre lo abrazó. Sintió el corazón del hijo latiendo al abrazarla. También Ben sintió el corazón de la madre. La abrazó con todas sus fuerzas.

    —Ahora no estoy solo —pensó durante el abrazo—, ahora no estoy solo, ahora no estoy solo.

    —¿Lo ves?, —le susurró la madre—, para esto exactamente se inventó el abrazo.


    David Grossman: “El abrazo”
    Ilustraciones de Michal Rovner.


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    1. Nunca estamos solos... abrazos con todo el amor que se presencia amigo <3

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Entrevista en Bella Tarde Argentinos